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martes, 30 de mayo de 2017

REGRESANDO CON EL HIJO PRÓDIGO



Esta historia me resulta inagotable en prácticas reflexiones. Su lectura siempre me aporta luz reconfortante e inspiradora. Esta semana trajo a mi memoria la frase que se cita en Ciencia y Salud: “la necesidad extrema del hombre es la oportunidad de Dios” (266:16-17)
Observo de nuevo al joven buscador de felicidad lejos de la casa paterna. Los sinsabores han acabado por rodearle: ruina, humillación, hambre... Un infortunio le lleva al siguiente en ininterrumpida secuencia trágica. Ha tocado fondo. Muchos quedan ahí en el sueño de una infelicidad mortal. Pero él no. El joven regresa, se salva. Regresar es la solución.
¿Y cómo se inicia este camino de vuelta? Dice el evangelio de Lucas que "volviendo en sí". Y eso le lleva a comparar el resultado de su aventura con la situación de los que han permanecido en la casa paterna. No se autoengaña. Ellos están mejor que él. Y entonces enhebra un discurso balbuciente donde lo único valioso por verdadero es la intención de regresar. Habla todavía un idioma que el Padre desconoce. De diversas formas sigue conjugando "pecado" (he pecado contra el cielo y contra Ti), "indignidad" (no soy digno de ser hijo), "castigo" ("trátame como al último de tus jornaleros")... Pero se ha vuelto en la dirección correcta. Donde se encuentra la luz. Y conforme se acerque desaparecerán las tinieblas.
Pero el paso final no tiene que darlo. Ya está dado de siempre. Es el Padre el que nos introduce en la Armonía de la Conciencia divina, donde sólo hay hijos y fiesta.
Volvamos al punto de inflexión. La versión de RV dice "volviendo en sí" y la Biblia de Jerusalén dirá "entrando dentro de sí". Las dos traducciones hablan de una toma de conciencia. El verbo griego que traducen tiene significados a cual más sugerente: fluir, volar, nacer, llegar a ser, volver a casa, conversar con alguien, trabar una lucha, llegar a más y crecer. Tomar conciencia es "volar" en cuanto elevarse. Es "fluir": no hace falta que empujemos al río, el fluye solo. Os invito a continuar sustituyendo la traducción clásica  por las que he recogido de la traducción griega.
Las desgracias por sí solas no hacen que cambiemos el rumbo si no hay un "entrar dentro de sí mismo" que sería la traducción más literal del versículo 17 de Lucas. Es decir, aislarse del mundo, de su bla-bla-bla hipnotizante que promete placeres y aterroriza con desgracias. Ese "entrar dentro de sí" recuerda uno de los preámbulos  para  orar, es decir, para escuchar a Dios. sugeridos por  Jesús en el primer evangelio: ""Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto" (Mateo 6:6).
Este es el punto de partida de todo nuevo nacimiento: darle la espalda al run-run de la mente mortal. Eso es lo que abre el grifo de la comunicación divina. De inmediato el agua fluye todavía oscura al principio , pero más clara cada vez más. Siempre estuvimos conectados con Dios. Nunca estuvimos separados. Sólo que no éramos conscientes.
Y aunque la claridad no se perciba en su totalidad, como cuando se sale a la luz después de años en tinieblas, permanezcamos serenos. La madrugada siempre es camino hacia el mediodía. Lo importante ya lo hemos hecho: reconocer lo que el sueño puede dar de sí, y desear estar en la Casa del Padre. Ya no se trata de apoyarnos en nosotros, en nuestras elucubraciones o en lo que podemos caminar. El éxito se basa en el abrazo eterno del Padre. El siempre nos está viendo amorosamente, y eso es lo que importa: su visión perfecta.

Al escuchar su voz cesarán nuestros discursos y seremos conscientes de la fiesta. Sólo nos sentiremos hijos y consideraremos  a todos como hermanos.

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