Quizás son meses o años de espera los que provocan tu
pregunta.
Tus palabras acusan desaliento. El acento es casi de desespero.
Has leído como la Ciencia Cristiana disuelve la enfermedad al instante. Los
testimonios dejan abundante constancia de conflictos despejados en pocas
fechas.
Y entonces se alza incómodo el angustiado interrogante. Sobre todo al
comprobar que eso a ti no te sucede.
Incluso puede que en vez de mejoría, la condición material parezca
agravarse.
Recordar a la hemorroísa de los evangelios con sus doce años de sangriento
flujo infunde un suspiro de esperanza (Lucas 8:43).
Pero, ¿ y si llevas más tiempo esperando?
El pasaje del paralítico de la piscina con sus 38 años de diaria
frustración hasta su encuentro con el Cristo liberador acaso tranquilice
la temerosa duda (Juan 5:5).
Pero no es bueno aquietar falsamente. Porque la mujer y el hombre sanaron al
instante nada más encontrarse con la Verdad.
¿Qué ocurre contigo? Estás en tu derecho al traer tu caso a examen.
Pero la pregunta que considero práctica es esta otra: ¿Qué es lo que ocupa
mi conciencia? ¿Cuáles son los pensamientos que tengo ante mí? ¿De enfermedad,
conflicto o curación?
Ni en el reino de Dios hay lugar para la curación. No se necesita porque
todo siempre refleja el bien.
Mientras miro el barro del camino es imposible que pueda gozar del cielo
estrellado.
El deseo de curación es lógico, pero muy peligroso. Encierra una trampa. Me
puede encadenar al mundo de lo irreal, de la pesadilla, de la hipnosis. Cuanto
más fuerte sea ese “querer” más “realidad” le doy al sueño.
Hay que sortear esos lazos engañosos que se fortalecen con la creencia de
cronicidad.
¡Llevo tanto tiempo! ¿Cuando tendré la suerte de sanar?
A tales anhelos y cuestiones desgarradas hay que responder: “¡Despierta!
Goza ya de tu verdadera condición de bendecido”.
Porque curarse es simplemente despertarse. No seremos conscientes de la
Armonía al tiempo que soñemos con la desarmonía. Mientras el lodo confunda tus
ojos, no te podrán iluminar las estrellas.
La preocupante imagen estará ante nosotros hasta que le demos la
espalda por completo y volvamos nuestra mirada a Dios, a la realidad de la que
somos el perfecto reflejo.
Mary Baker Eddy nos da la guía: “Cuando la ilusión de
enfermedad o de pecado os tiente, aferraos firmemente a Dios y Su idea. No
permitáis que nada sino Su semejanza more en vuestro pensamiento. (Ciencia y Salud… 495:17)
Cuando creemos ver algo que nos suscita preocupación o incluso
pánico, seamos conscientes
que “eso” es sólo un erróneo pensamiento olvidado en nuestra conciencia.
Como el que por descuido deja una horrible diapositiva en su proyector y
después la observa aumentada y amenazante en la pantalla. Sólo hay que cambiar
la transparencia equivocada y desestabilizadora, por el pensamiento correcto de la real armonía.
Dejemos que la Ciencia Cristiana acalle los lamentos del
mundo con la presencia total e inamovible de la armonía.
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