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lunes, 15 de mayo de 2017

EL PUENTE INVISIBLE


Desde hace semanas, una cita de la lección bíblica de entonces, quedó resaltada en mi conciencia. Una y otra vez la he rumiado en silencio e incluso en voz alta.
"Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en el Señor perpetuamente." (Isaías 26:3 y 4)
Escudriñar su significado me ha provocado una serie de deducciones en cadena ascendente.
Si permanezco aferrado al pensamiento de Dios no tendré ni proyectaré otro diferente.
Es decir: nada nublará mi paz.
Porque disfrutaré de los pensamientos divinos que me establecen en la armonía.
No sufriré mal alguno, porque todas las manifestaciones discordantes son proyecciones de una mente sin origen en Dios. O lo que es lo mismo, frutos de aquel árbol inexistente, “del conocimiento del bien y el mal”.
Al compartir estas ideas, no pocos me han hablado acerca de lo que yo también he padecido, y con lo que he de luchar a diario:
“Que si bien es verdad lo afirmado por Isaías, ¡qué difícil es mantenerse en la casa del Padre!”
De continuo se sale, casi nada más entrar.
Y la solución a esta inconstancia en la conciencia de la Verdad la aportan las siguientes palabras del profeta: "Porque en Ti he confiado".
Una auténtica confianza es lo que posibilita la conciencia de la Verdad minuto tras minuto, a perpetuidad.
Pero muchos me aseguran confiar… ¡sin resultados! "Yo confío en Dios, pero no consigo nada. ¿Qué más he de hacer?”
Y se me escapa la respuesta: “Confiar más.” De verdad. Confianza auténtica, es decir, absoluta.
De niño contemplé un espectáculo de magia. El prestidigitador andaba por el aire del escenario. Me maravilló. Más tarde comprendí que el mago no flotaba por ningún arte especial, sino que se apoyaba en una sólida plataforma, oculta a nuestros ojos por un apropiado juego de sombras y oscuridad.
La confianza es el puente invisible por donde hemos de transitar. Él disuelve aparentes distancias infinitas. Mientras saca a la luz nuestra unión inseparable e inmutable con Él que es el Bien.
Pero, ¿donde encontrar esa actitud inconmovible? ¿Cómo obtenerla?
Sólo se obtiene mediante la experiencia de Dios.
Y no hay que esperar a una revelación especial como en el caso de Moisés y la zarza.
Podemos y debemos hacer uso de nuestra razón. Ese es el Sinaí donde la divinidad nos habla a todos, a partir de las huellas dejadas en su Creación, conforme a las palabras de Pablo: pues lo invisible de Dios puede llegar a conocerse si se reflexiona en sus hechos. En efecto, desde que el mundo fue creado, se ha podido ver claramente que él es Dios y que su poder nunca tendrá fin. (Romanos 1:20)
Toda nuestra existencia es una Biblia que recuerda a cada cual  las intervenciones amorosas de nuestro Padre-Madre.
La confianza brota al descubrir las señales de Dios y se fortalece con la gratitud.
Reconocer hora a hora como nos da el pan cotidiano, incluso en medio del desierto... ser consciente del hecho de vivir, afianza con insuperable firmeza el puente colgante de la confianza.
Reconocerle en cada señal de ternura, de belleza, de inocencia… hace sentir la sólida seguridad bajo nuestros pies. Y en la medida en que así caminamos por él,  Su paz nos cubre para siempre.

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