El relato del evangelista Marcos pone en boca de Jesús, el anuncio de las señales que acompañarán a los que aceptan la Verdad o Cristo.
Son éstas: “echarán
fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos
serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los
enfermos pondrán sus manos, y sanarán”. (Marcos 16:17-18)
No se puede
afirmar que las diversas instituciones que pretenden apropiarse el
mensaje del Maestro la hayan tomado alguna vez muy en serio. Pero entre
todas hay una que me parece particularmente marginada. Se trata del
“hablar nuevas lenguas”. Confieso que siempre me ha intrigado su
significado. Las explicaciones dadas nunca me dejaron completamente
satisfecho.
El pasaje de
Pentecostés narra como los apóstoles al sentirse gobernados por el
Espíritu, se liberan del temor y hacen su proclama a un auditorio
multilingüe que le llegan a entender en su propio idioma. Pero no creo
que la señal de auténtica fe que es el “hablar nuevas lenguas” se
refiera a ese fenómeno de “traducción simultánea”.
Tampoco se
trata del don de glosolalia (algo así como la emisión de sonidos
ininteligibles en estado de trance o éxtasis) al que se refiere Pablo en
la primera carta a Corinto, y no expresando un gran aprecio o valoración
del mismo.
Cuando me
encuentro con la Ciencia Cristiana descubro simultáneamente el valor y
la utilidad de hablar una “nueva lengua”, y comienzo a entender de que
se trata.
Para que sanen
los enfermos, se sea inmune a serpientes y venenos y se puedan expulsar
los espíritus del mal es necesario conocer y pensar en esa nueva
lengua.
En el libro
de texto de la Ciencia Cristiana, “Ciencia y Salud con clave de las
Escrituras” Mary Baker Eddy escribirá bajo el epígrafe [El lenguaje
es inadecuado]: “La dificultad principal para transmitir con
exactitud las enseñanzas de la Ciencia divina al pensamiento humano
consiste en que, como todos los demás idiomas, el inglés es insuficiente
para la expresión de conceptos y proposiciones espirituales, porque uno
se ve obligado a usar términos materiales cuando tiene que ver con ideas
espirituales. La elucidación de la Ciencia Cristiana se funda en su sentido espiritual, y sus
discípulos tienen que obtener ese sentido para comprender el significado
de esa Ciencia. De ese estado de cosas surgió la profecía acerca de los
apóstoles cristianos: Hablarán nuevas lenguas" (Ciencia y Salud 349:13-24)
Pero para
hablar ese idioma nuevo hay que aprenderlo. Hay que llegar a pensar en
esa lengua espiritual. Parece difícil. Se necesita constancia.
Ejercitarse a diario, más que un atracón una vez y después días y días
en blanco.
Para los
niños es más asequible. Por eso hay que hacerse como niños. Así se puede
entrar en el Reino de los Cielos, en la Realidad donde el Amor gobierna
siempre.
Un idioma
se aprende escuchando y sólo después se habla sin frenar el intento
porque al principio sólo se balbucee.
Hay que
hacer silencio para escuchar. Y empezar a llamar a las cosas por su
nuevo nombre, a todo lo cotidiano.
Lo mejor es
vivir en el lugar en que esa lengua nueva sea el idioma oficial. Para
adquirir el lenguaje del Espíritu no es aconsejable permanecer donde
abundan los “material-hablantes”.
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